lunes, 3 de octubre de 2011

Siam Niramit

Desde Bangkok

 Siam Niramit, un espectáculo cargado de tradición 
Publicada:  3 octubre 2011

 Jorge Luis Hidalgo Castellanos

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Los ángeles volaban en un inmenso cielo nocturno en el bosque de Himapaan. Además de sus alas coloridas, llevaban en sus cabezas tocados de oro con terminaciones agudas y pecheras también doradas que les hacían lucir como estrellas en el mágico y azulado firmamento. Un dragón se deslizaba atrás las rocas y al detenerse para observar entre los árboles a las ninfas que danzaban en un claro dejaba ver su colosal cabeza y sus chispeantes ojos.

Himapaan es un bosque en la mitología siamesa que se ubica justo en los límites de la tierra y del cielo, un lugar habitado por figuras fantásticas y criaturas que corren, vuelan, caminan y bailan en armonía con una felicidad que los humanos en pocas ocasiones muestran y que suele aflorar, entre otras cosas, con el amor, sentimiento que permite alcanzar esa dimensión única, en la que se embelesan los enamorados.



En un arrobamiento similar, aunque de diferente modo, cae el espectador de Siam Niramit, donde tiene oportunidad de ver directamente diversos aspectos de la cultura tailandesa, a través de un viaje por las regiones de este reino asiático con escalas en la historia, la fantasía y las festividades populares más tradicionales.

Gigantescos leones de piedra resguardan la escena en la que cientos de súbditos esperan ver en la explanada del palacio real al soberano de Lanna, antiguo reino del Norte, ingresando sentado en una poltrona con piedras preciosas incrustadas y plumas tornasoladas, a las que el pavorreal envidiaría, en el lomo de un elefante cubierto de seda roja y dorada para recibir a su bella consorte. Juntos, después de saludar al pueblo, que presenta danzas y regalos a la pareja real, elevan una linterna que impulsada por el calor del fuego sube cual globo presidiendo a cientos más que son lanzados desde palacio iluminando el cielo del reino de Lanna para regocijo popular. Los vistosos trajes de seda con diseños únicos que lucen los cortesanos enmarcan los gráciles movimientos de las bailarinas y deleitan a los bravos guardias reales.

Al pasar por el sur, se une la tradición malaya y musulmana y a través del mar llegan los mercaderes extranjeros, desde China en naos repletas de productos para vender o intercambiar. Pero el trueque no sólo se da con las mercancías sino que la gente se mezcla, algunos extranjeros se quedan en Siam y otros tantos thais abordan la nao para llegar a países al oriente, llevando costumbres, idioma, religión y diferencias, entre muchas otras cosas. El mar, en el Sur lo es todo. Está presente en la vida de sus pobladores, gente sencilla, luchadora, apasionada y libre.         

En rápido regreso desde el Sur, el viaje hace parada en el Noreste, esa zona con herencia jemer, la civilización y cultura que une a Tailandia con Camboya otro reino vecino y con tierras de Laos.
Las pesadas y hermosas edificaciones del templo de Phra That Phanom son el escenario perfecto y majestuoso para celebrar el festival Boon Praweht, en el que los pobladores bailan y cantan en una ceremonia nocturna en la que ejecutan con destreza, aldeanas y aldeanos, el rítmico paso a través de gruesas cañas de bambú colocadas horizontalmente que se cierran y abren en pares con el compás marcado por los tambores y la posibilidad de atrapar uno o los dos pies de los audaces danzantes, mientras Apsara, los ángeles jemeres que se plasman en los bajorrelieves pétreos de los templos cobran vida para departir con los celebrantes de una zona de Siam que se caracteriza por su riqueza cultural.

El desplazamiento por la geografía siamesa en un escenario considerado el mayor del mundo, termina con el arribo a la región de las planicies centrales de la hogaño Tailandia.
Zona donde se ubica la ancestral Ayutthaya, poderosa capital de antaño y donde también reside Bangkok.

 El primer cuadro refiere una bucólica reminiscencia de la sencilla vida de los campesinos, que dedican su vida a cultivar las fértiles tierras que riega el Chao Phraya, río que llena de vida todo como si fuera la columna vertebral del reino y por cuyas aguas navegan modestos botes que venden productos agrícolas y que son el origen de los mercados flotantes tailandeses. En contraste, el segundo cuadro de esta fabulosa escena es la recreación de la vida palaciega ayutthayesca, con presentación de embajadores y altos funcionarios de la corte con el lujo y magnificencia propios de los cuentos de hadas.

La otra parada del viaje es el mundo imaginario de la mitología siamesa, un mosaico que concentra creencias de las diversas culturas, unidas por el principio religioso común del Karma, basado en la expiación de las acciones negativas y positivas a través de los méritos. Una visita al apacible cielo, el Daow Wa Dueng –uno de los tres niveles celestiales- donde Indra es la deidad y un vistazo al temible infierno donde reina Prayom ordenando a sus demonios torturar a quienes pecaron siendo mortales, dejando en medio al mítico bosque de Himapaan ya descrito.

Siam Niramit es realmente un viaje al encantador reino de Siam. Continuará.

Copyright 2011

Texto: Hidalgo   Fotos: Siam Niramit


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